viernes, 16 de noviembre de 2012

No habrá magia, hay que pinchar



Es comprensible el estado anímico de muchas personas que perdieron o tienen afectadas sus viviendas y fueron perjudicadas, además, en otras pertenencias familiares. Esos son bienes sin los cuales la vida se hace muy difícil y más que de adaptación, puede hablarse de aceptación de una realidad temporal que todos deseamos sea lo más breve posible.
El gobierno cubano, como siempre, ha manifestado su decisión de encabezar, con los recursos a su alcance, la tarea de recuperar lo perdido y no permitir que alguna persona quede sin protección. Pero aún con esa voluntad, el restablecimiento no puede ser una tarea de cumplimiento inmediato, especialmente en la vivienda, donde de las más de 132 000 dañadas en la provincia, unas 15 000 lo fueron en su totalidad.
Desde los primeros momentos, la máxima dirección del país les pidió a los santiagueros confianza y un fuerte espíritu de trabajo, con la seguridad de que la ayuda llegaría a todos los damnificados. Y ese empeño se está cumpliendo.
Pero cada solución no dependerá, en ningún momento, de fórmulas mágicas, sino de la disponibilidad de recursos y del trabajo de todos. No todo puede resolverse al mismo tiempo ni en un plazo inmediato. Pero, lamentablemente, hay quienes no han interiorizado esta verdad y creen que su solución estará en la medida que pidan, que exijan, que planteen su tragedia como la más grave,  aunque ésta sea igual a la de miles de personas. Si de esa forma se trabajara, el desorden dañaría mucho.
La línea planteada es ayudar a todos, con orden, disciplina y un riguroso control sobre los recursos, para que sean bien utilizados, sin desvíos ni posibles utilizaciones indebidas. Lo que se pide es comprensión de que todos recibirán la ayuda, pero ésta no dependerá solo del deseo de resolver, sino de las reales posibilidades de hacerlo. Y la confianza de que se actuará con sentido de justicia y equidad.
Hay miles de personas dedicadas a ese objetivo para curar los daños no sólo en el plano personal, sino, además, social.
Hay ejemplos dignos de mencionar, como el de los más de 6 900 trabajadores de la Educación damnificados por el huracán, quienes, en medio de sus pérdidas personales, están presentes en su trabajo y no hay escuelas ni alumnos que hayan tenido que esperar por ellos.
O el caso de los más de 14 000 trabajadores de la salud con sus viviendas afectadas y no han faltado en las instituciones para seguir brindando, incluso con más ahínco, su protección a la salud del pueblo.
Los miles de trabajadores de los servicios, también afectados, que no abandonaron en ningún momento su puesto laboral, para garantizar al pueblo la distribución de los alimentos. Otros muchos ejemplos podrían citarse. Puede afirmarse, sin dudas, que ante los daños de Sandy, la solidaridad de los santiagueros ha fortalecido sus raíces.




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