Es
comprensible el estado anímico de muchas personas que perdieron o tienen
afectadas sus viviendas y fueron perjudicadas, además, en otras pertenencias
familiares. Esos son bienes sin los cuales la vida se hace muy difícil y más
que de adaptación, puede hablarse de aceptación de una realidad temporal que
todos deseamos sea lo más breve posible.
El gobierno
cubano, como siempre, ha manifestado su decisión de encabezar, con los recursos
a su alcance, la tarea de recuperar lo perdido y no permitir que alguna persona
quede sin protección. Pero aún con esa voluntad, el restablecimiento no puede
ser una tarea de cumplimiento inmediato, especialmente en la vivienda, donde de
las más de 132 000 dañadas en la provincia, unas 15 000 lo fueron en su
totalidad.
Desde los
primeros momentos, la máxima dirección del país les pidió a los santiagueros
confianza y un fuerte espíritu de trabajo, con la seguridad de que la ayuda
llegaría a todos los damnificados. Y ese empeño se está cumpliendo.
Pero cada
solución no dependerá, en ningún momento, de fórmulas mágicas, sino de la
disponibilidad de recursos y del trabajo de todos. No todo puede resolverse al
mismo tiempo ni en un plazo inmediato. Pero, lamentablemente, hay quienes no
han interiorizado esta verdad y creen que su solución estará en la medida que
pidan, que exijan, que planteen su tragedia como la más grave, aunque ésta sea igual a la de miles de
personas. Si de esa forma se trabajara, el desorden dañaría mucho.
La línea
planteada es ayudar a todos, con orden, disciplina y un riguroso control sobre
los recursos, para que sean bien utilizados, sin desvíos ni posibles
utilizaciones indebidas. Lo que se pide es comprensión de que todos recibirán
la ayuda, pero ésta no dependerá solo del deseo de resolver, sino de las reales
posibilidades de hacerlo. Y la confianza de que se actuará con sentido de
justicia y equidad.
Hay miles
de personas dedicadas a ese objetivo para curar los daños no sólo en el plano
personal, sino, además, social.
Hay
ejemplos dignos de mencionar, como el de los más de 6 900 trabajadores de la Educación damnificados
por el huracán, quienes, en medio de sus pérdidas personales, están presentes
en su trabajo y no hay escuelas ni alumnos que hayan tenido que esperar por
ellos.
O el caso
de los más de 14 000 trabajadores de la salud con sus viviendas afectadas y no
han faltado en las instituciones para seguir brindando, incluso con más ahínco,
su protección a la salud del pueblo.
Los miles
de trabajadores de los servicios, también afectados, que no abandonaron en
ningún momento su puesto laboral, para garantizar al pueblo la distribución de
los alimentos. Otros muchos ejemplos podrían citarse. Puede afirmarse, sin
dudas, que ante los daños de Sandy, la solidaridad de los santiagueros ha
fortalecido sus raíces.
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