martes, 22 de mayo de 2012

La  vejez ¿el ocaso de la vida?


Ellos están por todas partes, son los héroes que sentados en un parque cuentan sus historias de guerreros y titanes, en las que la realidad y la imaginación de funden en anécdotas pintorescas.
Son los que con pasos cansados y mentes distraídas llenan las colas esperando por el pan, por el pago de las pensiones o en las bodegas.
Sus manos guían los primeros pasos torpes de los nietos o sus hombros cabalgan  a estos pequeños jinetes que llenan de caprichos y mimos.  
Nuestros ancianos, héroes de ayer y jubilados de hoy, se multiplican cada año en nuestro país a medida que avanza el almanaque. Cuba va envejeciendo. Son cerca de dos millones los que rebasan las seis décadas, y cuando se llegue el 2025, uno de cada cuatro pobladores tendrá más de 60 años.
Aún cuando entre los países del  llamado Tercer Mundo esta nación se ubica a la vanguardia en la atención a la tercera edad, sobre todo sustentada en el Programa Nacional de Atención al Adulto Mayor, vale cuestionarse si estamos totalmente preparados para enfrentar los retos que impone la ancianidad.
La tercera edad es una de las cuatro prioridades dentro del Sistema Nacional de Salud. Importantes son las instituciones o programas constituidos con el fin de acercarse a esta como el Centro Iberoamericano de la Tercera Edad, donde se realizan investigaciones sobre ese sector poblacional y forma gerontogeriatras. Hoy es centro de referencia nacional para la especialidad.
Varias estrategias han favorecido en estos últimos tiempos a este grupo etáreo como los
Círculos de abuelos, Hogares de ancianos, atención comunitaria a los que la requirieran en cuanto a alimentación y otras necesidades asistenciales, apertura de la Universidad del Adulto Mayor, entre otros, pero es real que aún falta mucho por hacer, sobre todo en  lo relacionado con el tiempo libre de nuestros abuelos y a la ayuda profesional desde el punto de vista psicológico y social.
Canas olvidadas
Cuando Norma Pereira cumplió los sesenta años sintió cierto alivio. Ya no madrugaría más por el terror a la raya roja en su tarjeta de entrada a su empresa, ya su corazón no le saldría por la boca mientras esperaba desesperada una guagua en las mañanas, ya se sentía cansada, lo decía su presión arterial, las várices de sus piernas, el dolor constante en las articulaciones…
Cuando por fin estuvo en su casa a tiempo completo creyó que el cielo caería sobre su cabeza. Fue una víctima más de los estereotipos que aún llevamos a cuesta sobre la vejez como el fin de la vida y no como una etapa más de esta. La relegaron a hacer los mandados, a cuidar  nietos, las necesidades del hogar ya no salían de su mente, por eso se sumergió en una terrible depresión que pudo superarla solo con ayuda de especialistas.
Para algunos, trabajar la mayor parte de su vida sintiéndose útiles a la sociedad, y de pronto sentirse olvidados, en la mayoría de los casos, hasta por sus propios compañeros de labor, es un golpe contundente.
Existen otros que, sin embargo, encuentran alternativas para ocupar sus días como María Teresa, que se sumó a un grupo de Tai Chi, coordinado por el INDER, no sólo para mejorar sus dolencias sino para conocer a otras jubiladas y participar en las actividades recreativas que preparan.
Juana Betancourt pertenece a un Círculo de Abuelos y siente que sus días han adquirido otras motivaciones “he paseado más con el Círculo que en mi vida laboral, desde que estoy aquí hemos ido a campismos, a la playa, a Bayamo… no sé si en todos se preparan este tipo de actividades pero pueden extenderse estas iniciativas.”
A pesar que nuestro país demográficamente va envejeciendo y nuestro sistema de salud prioriza a los que peinan canas, para algunos no es suficiente. Agustín ya suma setenta y cuatro  al calendario pero piensa que para los hombres de esta edad es un poco más difícil, “quizás por vergüenza machista o por no sentirnos viejos pero son pocos los hombres incorporados a Círculos de Abuelos, ejercicios de Tai Chi, o algunas actividades de este tipo. Por otra parte si somos considerados con nuestras esposas en el hogar los que vamos a la bodega somos nosotros y también tenemos patologías propias de la edad que nos limitan estar tanto tiempo de pie, sin embargo en las colas se priorizan embarazadas, impedidos, mujeres con niños en los brazos, pero a nosotros no. En las guaguas existen asientos para gestantes, impedidos pero ninguno para los ancianos. Cuando vas a una tienda porque quieres comprarte ropa casi ningún modelo es pensado en los clientes de la tercera edad, en su mayoría, son para jóvenes, y en este sentido las mujeres pasan más trabajo tratando de encontrar accesorios bonitos con tirantes apropiados y sin escotes, y con la ropa interior femenina para las ancianas, es peor todavía. A veces siento que llegar a esta edad más que un privilegio es un castigo.”
Dentro de cuatro paredes
La investigadora María Elena Benítez, del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM) de la Universidad de La Habana, en un estudio realizado sobre el tema señala que "los retos de los años venideros conducen, inexorablemente, a un  cambio en las necesidades y las obligaciones de los miembros de la familia en cuanto a los cuidados de la tercera edad".
Por eso no sólo basta con atención institucional a nuestros ancianos, la preparación familiar y comunitaria es sumamente importante.
En esta etapa los achaques pesan, en el espejo no se refleja la inocencia de la mocedad, el futuro parece más corto, se ve partir a los amigos de siempre y muchos ven la vida de manera retrospectiva como si hubiese llegado el final del camino, y si sumado a todo esto te vuelves invisible para tus seres queridos, para los que te rodean, si la convivencia intergeneracional se hace complicada,  los años, en algunos, pueden llegar a doler.
Sería factible valorar la capacitación familiar sobre las demandas de nuestros abuelos, encontrar en cada comunidad, en conjunto con las organizaciones de masas, iniciativas que empleen su tiempo libre atendiendo a gustos y necesidades,  y posiblemente así, en muchas de esas miradas desgastadas por el tiempo vuelva a brillar las ansias de vida.

martes, 8 de mayo de 2012

La vejez ¿el ocaso de la vida?


La  vejez ¿el ocaso de la vida?


Ellos están por todas partes, son los héroes que sentados en un parque cuentan sus historias de guerreros y titanes, en las que la realidad y la imaginación de funden en anécdotas pintorescas.
Son los que con pasos cansados y mentes distraídas llenan las colas esperando por el pan, por el pago de las pensiones o en las bodegas.
Sus manos guían los primeros pasos torpes de los nietos o sus hombros cabalgan  a estos pequeños jinetes que llenan de caprichos y mimos.  
Nuestros ancianos, héroes de ayer y jubilados de hoy, se multiplican cada año en nuestro país a medida que avanza el almanaque. Cuba va envejeciendo. Son cerca de dos millones los que rebasan las seis décadas, y cuando se llegue el 2025, uno de cada cuatro pobladores tendrá más de 60 años.
Aún cuando entre los países del  llamado Tercer Mundo esta nación se ubica a la vanguardia en la atención a la tercera edad, sobre todo sustentada en el Programa Nacional de Atención al Adulto Mayor, vale cuestionarse si estamos totalmente preparados para enfrentar los retos que impone la ancianidad.
La tercera edad es una de las cuatro prioridades dentro del Sistema Nacional de Salud. Importantes son las instituciones o programas constituidos con el fin de acercarse a esta como el Centro Iberoamericano de la Tercera Edad, donde se realizan investigaciones sobre ese sector poblacional y forma gerontogeriatras. Hoy es centro de referencia nacional para la especialidad.
Varias estrategias han favorecido en estos últimos tiempos a este grupo etáreo como los
Círculos de abuelos, Hogares de ancianos, atención comunitaria a los que la requirieran en cuanto a alimentación y otras necesidades asistenciales, apertura de la Universidad del Adulto Mayor, entre otros, pero es real que aún falta mucho por hacer, sobre todo en  lo relacionado con el tiempo libre de nuestros abuelos y a la ayuda profesional desde el punto de vista psicológico y social.
Canas olvidadas
Cuando Norma Pereira cumplió los sesenta años sintió cierto alivio. Ya no madrugaría más por el terror a la raya roja en su tarjeta de entrada a su empresa, ya su corazón no le saldría por la boca mientras esperaba desesperada una guagua en las mañanas, ya se sentía cansada, lo decía su presión arterial, las várices de sus piernas, el dolor constante en las articulaciones…
Cuando por fin estuvo en su casa a tiempo completo creyó que el cielo caería sobre su cabeza. Fue una víctima más de los estereotipos que aún llevamos a cuesta sobre la vejez como el fin de la vida y no como una etapa más de esta. La relegaron a hacer los mandados, a cuidar  nietos, las necesidades del hogar ya no salían de su mente, por eso se sumergió en una terrible depresión que pudo superarla solo con ayuda de especialistas.
Para algunos, trabajar la mayor parte de su vida sintiéndose útiles a la sociedad, y de pronto sentirse olvidados, en la mayoría de los casos, hasta por sus propios compañeros de labor, es un golpe contundente.
Existen otros que, sin embargo, encuentran alternativas para ocupar sus días como María Teresa, que se sumó a un grupo de Tai Chi, coordinado por el INDER, no sólo para mejorar sus dolencias sino para conocer a otras jubiladas y participar en las actividades recreativas que preparan.
Juana Betancourt pertenece a un Círculo de Abuelos y siente que sus días han adquirido otras motivaciones “he paseado más con el Círculo que en mi vida laboral, desde que estoy aquí hemos ido a campismos, a la playa, a Bayamo… no sé si en todos se preparan este tipo de actividades pero pueden extenderse estas iniciativas.”
A pesar que nuestro país demográficamente va envejeciendo y nuestro sistema de salud prioriza a los que peinan canas, para algunos no es suficiente. Agustín ya suma setenta y cuatro  al calendario pero piensa que para los hombres de esta edad es un poco más difícil, “quizás por vergüenza machista o por no sentirnos viejos pero son pocos los hombres incorporados a Círculos de Abuelos, ejercicios de Tai Chi, o algunas actividades de este tipo. Por otra parte si somos considerados con nuestras esposas en el hogar los que vamos a la bodega somos nosotros y también tenemos patologías propias de la edad que nos limitan estar tanto tiempo de pie, sin embargo en las colas se priorizan embarazadas, impedidos, mujeres con niños en los brazos, pero a nosotros no. En las guaguas existen asientos para gestantes, impedidos pero ninguno para los ancianos. Cuando vas a una tienda porque quieres comprarte ropa casi ningún modelo es pensado en los clientes de la tercera edad, en su mayoría, son para jóvenes, y en este sentido las mujeres pasan más trabajo tratando de encontrar accesorios bonitos con tirantes apropiados y sin escotes, y con la ropa interior femenina para las ancianas, es peor todavía. A veces siento que llegar a esta edad más que un privilegio es un castigo.”
Dentro de cuatro paredes
La investigadora María Elena Benítez, del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM) de la Universidad de La Habana, en un estudio realizado sobre el tema señala que "los retos de los años venideros conducen, inexorablemente, a un  cambio en las necesidades y las obligaciones de los miembros de la familia en cuanto a los cuidados de la tercera edad".
Por eso no sólo basta con atención institucional a nuestros ancianos, la preparación familiar y comunitaria es sumamente importante.
En esta etapa los achaques pesan, en el espejo no se refleja la inocencia de la mocedad, el futuro parece más corto, se ve partir a los amigos de siempre y muchos ven la vida de manera retrospectiva como si hubiese llegado el final del camino, y si sumado a todo esto te vuelves invisible para tus seres queridos, para los que te rodean, si la convivencia intergeneracional se hace complicada,  los años, en algunos, pueden llegar a doler.
Sería factible valorar la capacitación familiar sobre las demandas de nuestros abuelos, encontrar en cada comunidad, en conjunto con las organizaciones de masas, iniciativas que empleen su tiempo libre atendiendo a gustos y necesidades,  y posiblemente así, en muchas de esas miradas desgastadas por el tiempo vuelva a brillar las ansias de vida.