martes, 28 de febrero de 2012

El beso que quiero darte


Las nuevas tecnologías para la comunicación como el Internet, los correos electrónicos y los fax, han dejado a un lado al género epistolar, tan usado en épocas en las que el amor se trasladaba por cartas.
Los enamorados usaban las correspondencias para transmitir sus sentimientos y expresar lo que la distancia o la timidez impedían. De un lado a otro los mensajes de amor viajaban sellados en sobres.
El gran psicólogo Sigmund Freud en carta fechada en 1893, a su novia Martha Bernays escribe:
“Martha, no apetezco sino lo que tú ambicionas para ambos porque me doy cuenta de la insignificancia de otros deseos comparados con el hecho de que seas mía. Estoy adormilado y muy triste al pensar que tengo que conformarme con escribirte en vez de besar tus dulces labios.”
Por otra parte Albert Einstein escribe a Mileva Maric:
“(...) En todo el mundo podría encontrar otra mejor que tú, ahora es cuando lo veo claro, cuando conozco a otra gente. Pero también te aprecio y amo como te mereces. Hasta mi trabajo me parece inútil e innecesario si no pienso que también tú te alegras de lo que soy y de lo que hago.”
Así, como Freud y Einstein otros muchos han escrito cartas de amor, fuera de patrones sociales o de personalidades de la historia. Sencillamente como parte de la carrera de humanos que estudiamos en la tierra.
En una lejana prisión del Norte americano a un joven cubano le privan tras las rejas de la dicha de estar junto a la mujer que ama y solo tiene como consuelo escribirle cartas de amor. Ella, en Cuba, las espera ansiosa, mientras también le regala los textos desde la distancia para aliviar la cruel separación que los angustia.
Gerardo Hernández Nordelo está preso por luchar contra el terrorismo y ha sido condenado a dos cadenas perpetuas más 15 años, a lo que se le suma que se le ha privado de ver a su esposa Adriana Pérez O’Connor, así como el derecho a ambos de ser padres.
Para ellos el único aliento son las cartas, las cartas de amor. Para el 14 de febrero pasado ella le regaló una que estremeció varios corazones y se coló como Regalo de enamorados.
“Deseo despertar a tu lado y abrazarte como lo harán la mayoría de las parejas, de las que hoy siento envidia. Derecho que nos han arrebatado por mucho tiempo; más de catorce años sin besarte, sin tocarte, conformándome solo con oír tu voz en una llamada, cuando se puede…
“Me descubrí soñando que ya estabas libre, de vuelta en casa junto a mí, y en un fuerte abrazo te pedía que no volvieras a dejarme sola. ¡Llega tiempo!”
Y dicen que el tiempo lo cura todo, pero en este caso solo ha servido para alimentar las ganas de amar y de reencontrarse, para pensar en el futuro, unidos, viviendo a plenitud la vida de la que hoy se les priva y solo alimentan las cartas de amor.



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