La vejez ¿el ocaso de la vida?
Ellos están por todas partes, son los héroes que sentados en un parque
cuentan sus historias de guerreros y titanes, en las que la realidad y la
imaginación de funden en anécdotas pintorescas.
Son los que con pasos cansados y mentes distraídas llenan las colas
esperando por el pan, por el pago de las pensiones o en las bodegas.
Sus manos guían los primeros pasos
torpes de los nietos o sus hombros cabalgan
a estos pequeños jinetes que llenan de caprichos y mimos.
Nuestros ancianos, héroes de ayer y
jubilados de hoy, se multiplican cada año en nuestro país a medida que avanza
el almanaque. Cuba va envejeciendo. Son cerca de dos millones los que rebasan
las seis décadas, y cuando se llegue el 2025, uno de cada cuatro pobladores
tendrá más de 60 años.
Aún cuando entre los países del
llamado Tercer Mundo esta nación se ubica a la vanguardia en la atención a la
tercera edad, sobre todo sustentada en el Programa Nacional de Atención al
Adulto Mayor, vale cuestionarse si estamos totalmente preparados para enfrentar
los retos que impone la ancianidad.
La tercera edad es una de las cuatro
prioridades dentro del Sistema Nacional de Salud. Importantes son
las instituciones o programas constituidos con el fin de acercarse a esta como
el Centro Iberoamericano de la
Tercera Edad, donde se realizan investigaciones sobre ese
sector poblacional y forma gerontogeriatras. Hoy es centro de referencia
nacional para la especialidad.
Varias estrategias han favorecido en estos últimos tiempos a este grupo etáreo como los Círculos de abuelos, Hogares de ancianos, atención comunitaria a los que la requirieran en cuanto a alimentación y otras necesidades asistenciales, apertura de la Universidad del Adulto Mayor, entre otros, pero es real que aún falta mucho por hacer, sobre todo en lo relacionado con el tiempo libre de nuestros abuelos y a la ayuda profesional desde el punto de vista psicológico y social.
Varias estrategias han favorecido en estos últimos tiempos a este grupo etáreo como los Círculos de abuelos, Hogares de ancianos, atención comunitaria a los que la requirieran en cuanto a alimentación y otras necesidades asistenciales, apertura de la Universidad del Adulto Mayor, entre otros, pero es real que aún falta mucho por hacer, sobre todo en lo relacionado con el tiempo libre de nuestros abuelos y a la ayuda profesional desde el punto de vista psicológico y social.
Canas
olvidadas
Cuando Norma Pereira cumplió los
sesenta años sintió cierto alivio. Ya no madrugaría más por el terror a la raya
roja en su tarjeta de entrada a su empresa, ya su corazón no le saldría por la
boca mientras esperaba desesperada una guagua en las mañanas, ya se sentía
cansada, lo decía su presión arterial, las várices de sus piernas, el dolor
constante en las articulaciones…
Cuando por fin estuvo en su casa a
tiempo completo creyó que el cielo caería sobre su cabeza. Fue una víctima más
de los estereotipos que aún llevamos a cuesta sobre la vejez como el fin de la
vida y no como una etapa más de esta. La relegaron a hacer los mandados, a
cuidar nietos, las necesidades del hogar
ya no salían de su mente, por eso se sumergió en una terrible depresión que
pudo superarla solo con ayuda de especialistas.
Para algunos, trabajar la mayor parte
de su vida sintiéndose útiles a la sociedad, y de pronto sentirse olvidados, en
la mayoría de los casos, hasta por sus propios compañeros de labor, es un golpe
contundente.
Existen otros que, sin embargo,
encuentran alternativas para ocupar sus días como María Teresa, que se sumó a
un grupo de Tai Chi, coordinado por el INDER, no sólo para mejorar sus
dolencias sino para conocer a otras jubiladas y participar en las actividades
recreativas que preparan.
Juana Betancourt pertenece a un Círculo
de Abuelos y siente que sus días han adquirido otras motivaciones “he paseado
más con el Círculo que en mi vida laboral, desde que estoy aquí hemos ido a
campismos, a la playa, a Bayamo… no sé si en todos se preparan este tipo de
actividades pero pueden extenderse estas iniciativas.”
A pesar que nuestro país
demográficamente va envejeciendo y nuestro sistema de salud prioriza a los que
peinan canas, para algunos no es suficiente. Agustín ya suma setenta y
cuatro al calendario pero piensa que
para los hombres de esta edad es un poco más difícil, “quizás por vergüenza
machista o por no sentirnos viejos pero son pocos los hombres incorporados a
Círculos de Abuelos, ejercicios de Tai Chi, o algunas actividades de este tipo.
Por otra parte si somos considerados con nuestras esposas en el hogar los que
vamos a la bodega somos nosotros y también tenemos patologías propias de la
edad que nos limitan estar tanto tiempo de pie, sin embargo en las colas se
priorizan embarazadas, impedidos, mujeres con niños en los brazos, pero a
nosotros no. En las guaguas existen asientos para gestantes, impedidos pero
ninguno para los ancianos. Cuando vas a una tienda porque quieres comprarte
ropa casi ningún modelo es pensado en los clientes de la tercera edad, en su
mayoría, son para jóvenes, y en este sentido las mujeres pasan más trabajo
tratando de encontrar accesorios bonitos con tirantes apropiados y sin escotes,
y con la ropa interior femenina para las ancianas, es peor todavía. A veces
siento que llegar a esta edad más que un privilegio es un castigo.”
Dentro
de cuatro paredes
La investigadora María Elena Benítez,
del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM) de la Universidad de La Habana, en un estudio
realizado sobre el tema señala que "los retos de los años venideros conducen,
inexorablemente, a un cambio en las necesidades y las obligaciones de los
miembros de la familia en cuanto a los cuidados de la tercera edad".
Por eso no sólo basta con atención
institucional a nuestros ancianos, la preparación familiar y comunitaria es
sumamente importante.
En esta etapa los achaques pesan, en el
espejo no se refleja la inocencia de la mocedad, el futuro parece más corto, se
ve partir a los amigos de siempre y muchos ven la vida de manera retrospectiva
como si hubiese llegado el final del camino, y si sumado a todo esto te vuelves
invisible para tus seres queridos, para los que te rodean, si la convivencia
intergeneracional se hace complicada,
los años, en algunos, pueden llegar a doler.
Sería factible valorar la capacitación
familiar sobre las demandas de nuestros abuelos, encontrar en cada comunidad,
en conjunto con las organizaciones de masas, iniciativas que empleen su tiempo
libre atendiendo a gustos y necesidades,
y posiblemente así, en muchas de esas miradas desgastadas por el tiempo
vuelva a brillar las ansias de vida.
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